Verónica Rosero: derribar mitos de la Modernidad

con No hay comentarios

Obra: Demolición: el agujero negro de la modernidad

Autora: Verónica Rosero

Editorial: Diseño – Ciudad Autónoma de Buenos Aires – (1ª edición:septiembre 2017)

 

Sobre un fondo negro flota la obra de la artista Jessie Brennan, cuya  secuencia en cuatro imágenes prefigura la actualmente consumada demolición de uno de los bloques de los Robin Hood Gardens. De este interesante modo se presenta la investigación desarrollada por Verónica Rosero, Doctora Arquitecta en 2015 por la Universidad de Alcalá, y publicada recientemente por la editorial argentina Diseño.

El creciente agujero negro de la Modernidad es el de la desaparición paulatina de referentes de vivienda social afiliada al Movimiento Moderno, a medida que sus proyectos construidos son borrados de la trama urbana. Su singular condición los sitúa en desventaja frente a otros tipos arquitectónicos cuya preservación y defensa siempre han resultado menos cuestionados. El presente texto ahonda en el porqué, y para ello se apoya en dos ejemplos icónicos: el complejo de viviendas Pruitt-Igoe, diseñado por Minoru Yamasaki, construido entre 1954 y 1955 y demolido por etapas entre 1972 y 1976  – podemos recordar la letanía de Jencks, marcando el día y hora exactos de la demolición para certificar la muerte del Movimiento Moderno);  y por otro lado, los Robin Hood Gardens de Alison y Peter Smithson, inaugurados el mismo año en que se iniciaba el derribo de Pruitt Igoe  y comenzados a demoler durante la edición del presente libro – el 23 de agosto de 2017, esta vez sin la rúbrica de una hora concreta).

En el caso de Pruitt Igoe, más allá de la esclarecedora comprensión del contexto sociopolítico que llevó a su deterioro paulatino y posterior derribo, la autora nos revela la gestación de un mito, el de la incapacidad de la arquitectura de la Modernidad para construir ciudad y, por extensión, el consecuente fracaso de su diseño arquitectónico y planeamiento urbano; como corolario, la muerte del Movimiento Moderno representada literalmente con su derribo. Sin embargo, en el caso de Pruitt Igoe, un análisis más concienzudo del contexto nos  muestra la historia de un declive larvado en el clasismo y racismo estructural de la sociedad norteamericana de aquel entonces, así como en la rigidez de las estructuras patriarcales y la ineficacia de ciertas políticas económicas y de gestión de la vivienda pública.

A comienzos del siglo XXI, el mito es refundado en la figura de los Robin Hood Gardens, en un nuevo contexto donde aparecen las ahora familiares inercias de la lógica inmobiliaria y especulativa, los efectos de la introducción de la arquitectura en la agenda política y la anestesiante influencia de los mass media, su mundo de seductoras imágenes y su manipulación de la opinión pública. Desde instancias oficiales la demolición es presentada como única opción viable, ignorando las voces en favor de su preservación.

Y es en torno a la conservación donde la autora desarrolla paralelamente uno de los temas más reveladores de su libro, utilizando como guía las siempre interesantes aportaciones de Rem Koolhaas (cuya oficina OMA, de hecho, aporta parte del material gráfico que acompaña al texto): las exposiciones de la Bienal de Venecia del 2010 (Cronocaos) y del 2014 (Fundamentos) e inteligentes textos provocativos como Preservation is overtaking us, publicado en 2004, están llenos de dardos e invitaciones a un pensamiento transversal en torno al tema de la conservación (asunto enjundioso al que acompaña otra serie de problemas y retos) y ayudan a articular, junto con otros referentes,  el lúcido discurso de Verónica Rosero. Especialmente sugerente es el concepto de Cronocaos, que ilustra la paulatina disminución de la vida útil estimada de los edificios, lo que nos llevará próximamente a un punto cero a partir del cual se dinamitará el concepto de cronología para pasar a “vivir simultáneamente todos los tiempos”: la consecución lógica de este proceso es la inclusión desde la propia etapa de diseño de una conservación prospectiva e incluso una previsión de la propia demolición.

Desde la praxis, la autora revisita proyectos que demostraron una vía alternativa al derribo, caso de la vivienda social Bijlmermeer, en Ámsterdam, Park Hill y las torres Trellick y  Balfron, en Londres, que lograron evitar la demolición y prosperar tras padecer las mismas inadecuaciones que se le achacaba a los Robin Hood Gardens. También son citados ejemplos pertenecientes a otros tipos edificatorios para mostrar todo el espectro de motivaciones que acaban saldándose con la desaparición de ciertas obras: tal es el caso del Palacio de la República berlinés, erigido en los años 70 en el solar del anteriormente demolido Palacio Real  y que es desmantelado a su vez en 2006 para ser reemplazado por un clon del antiguo Palacio Real (actualmente en construcción) tras los infructuosos intentos por conservarlo. En este caso es el sambenito ideológico el que ha llevado a las sucesivas demoliciones, pese a argumentos como el rescatado por la autora en la cita de Robert Bevan: “No hay nada intrínsecamente político sobre el estilo de los edificios de una ciudad: el clasicismo como una estética, por ejemplo, ha servido bien como modelo urbano para el fascismo, el estalinismo o la democracia liberal en Berlín, Moscú y Washington DC. El movimiento moderno, también, mientras era fustigado por Hitler y largamente vinculado a la izquierda, encontró un papel en la Italia de Mussolini. Esto no quiere decir que el diseño y la producción de la arquitectura estén libres de contenido ideológico; todo lo contrario, se saturan con él. Pero este contenido no es inherente a la forma, surge cuando las formas se colocan en un contexto social e histórico” (fragmento de The destruction of memory. Architecture at war. Londres: Reaktion Books Ltd,. 2006 p.12) [p. 131].

La descripción caleidoscópica de Verónica Rosero aúna diversas visiones críticas (como las del polifacético Gordon Matta-Clark, la artista Dorit Margreiter o el cineasta Godfrey Reggio) y desgrana la problemática de la conservación descrita en Cronocaos así como la cuestión de la preservación de la vivienda social de la Modernidad. La autora emite un diagnóstico que apunta soluciones: “Tanto las estructuras políticas como el mercado inmobiliario buscan una arquitectura que ante todo brinde la reafirmación simbólica del poder económico y político en el paisaje urbano, emblemática, pero ajena a las condiciones de lugar. Por tanto, la arquitectura moderna no interesa ni como patrimonio a conservar ni como bien económico, ni como modelo a seguir. Esta arquitectura se enfrenta a un problema del tipo pedagógico, basado en el desconocimiento de su historia y su legado” [p. 171-2].

No sin cierta ironía, nos recuerda la autora que en los albores del Movimiento Moderno se consolidó otro mito, el del arquitecto-demiurgo con una potestad absoluta sobre la propia obra, más allá de necesidades sociales u otras contingencias;  y junto a él, el ideal de la renovación promulgado en las propuestas urbanas de este primer Movimiento Moderno, donde la tabla rasa parecía una condición sine qua non para reformular la ciudad conforme a sus principios… El sueño de la Modernidad genera monstruos y el caso actualísimo de los Robin Hood Gardens, nos recuerda la incertidumbre que pende sobre parte de su legado.

Dejar un comentario